Este cuadro de inspiración oriental traslada al espectador a un universo de calma y contemplación. Sus trazos delicados y la armonía en el uso del color evocan los paisajes, símbolos y escenas que durante siglos han acompañado la estética de la Ruta de la Seda. Más que una pieza decorativa, es un puente entre culturas, una obra que invita a detener el tiempo y dejarse envolver por la belleza de lo sutil.